PEQUEÑA HISTORIA DEL PARAISO DE LA CORVINA…
A principios de los años ´60, a este pueblo costero llegaban muchos turistas . Solían pescar en sus playas todo tipo de peces: lisas, pejerreyes, lenguados, corvinas rubias y negras. Las corvinas negras más grandes, las pescaban embarcados, o en la ría de General Lavalle.
En algún momento la gente del pueblo, empezó a ir hasta Punta Rasa, en el extremo norte del Cabo San Antonio, cerca del Faro. Allí sí que desde la costa salían corvinas negras verdaderamente grandes.
Recordemos que la corvina negra venía a desovar en la ría y se alimentaba fundamentalmente de cangrejos.
Comentan aún los memoriosos el ronquido que se escuchaba desde el pueblo cuando entraba el cardumen en la Bahía.
Una tarde un grupo de estos pescadores, tal vez los más entusiastas: Gastón Anselmi, Ricardo López, Chiche Vilares, Oscar Belgeri, Julio Sartori, Silverio Añibarro, y Alberto Cucci habían sacado muchas corvinas negras muy grandes, en ese lugar.
Repentinamente, apareció un forastero, raro en esa época del año, por el lugar tan distante; sólo se podía llegar por la playa y cuando estaba en bajante, ya que había un canaletón y el camino a Punta rasa aún no estaba hecho.
Este hombre pidió permiso para unirse a la pesca. Pero el pique se había cortado. Ofreció comprar un ejemplar de aquellos inmensos pescados, a lo que Sartori se negó rotundamente, pues dijo que ellos eran deportistas. Por supuesto le regalaron la pieza más grande.
El hombre aquél era José Basualdo Lebroud, reconocido comentarista de Radio Belgrano. A partir del día siguiente, en todas las latitudes del país se escuchó que había un lugar privilegiado para la pesca, adonde llegaban corvinas muy grandes.
Fue así como empezaron a venir pescadores desde todos lados a este lugar denominado desde entonces “PARAÍSO DE LA CORVINA NEGRA”
Susana Consolino para el periódico El Faro.
Moraleja
A PROPOSITO DE LA ANECDOTA DEL PARAISO
Leyendo lo escrito por Susana Consolino hay un hecho que llama a la reflexión.
Es el encuentro entre nuestros pescadores y un ser anónimo para ellos, a quien brindaron camaradería y lo invitaron a compartir la tarde. Al terminarse el pique, se negaron a venderle un ejemplar obsequiándole la mayor presa.
Ese desconocido era nada más y nada menos que el mayor y casi único, comentarista de caza y pesca del único medio de comunicación masiva de ese entonces: la radio. La televisión recién aparecía como novedad de algunos hogares privilegiados y las emisoras radiales se contaban con los dedos de una mano.
Esta actitud solidaria de nuestros vecinos se vio retribuida con creces para todos los habitantes de nuestra ciudad.
San Clemente del Tuyú empezó a estar en boca y oídos de todos a lo largo y ancho del país. Se produjo un fenómeno comunicacional a partir de una acción humana noble, desinteresada.
Hoy, a casi 50 años de ese hecho, nos queda la moraleja, donde cada uno de nosotros aportará el contenido simbólico, textual; pero lo esencial es vislumbrar que este hecho mágico donde la comunicación no es ajena, se construyó a partir de una actitud solidaria, de camaradería, de pensar en el otro, de ser un buen anfitrión, de premiar de alguna manera a quienes nos visitan y eligen nuestra casa, nuestro pueblo, como lugar de merecido descanso después de un año agotador.
Porque la vida es un ida y vuelta, nos devuelve lo que damos. Nos da lo que ofrecemos. San Clemente del Tuyú tiene eso, está construido de la nada, en terrenos inhóspitos donde se creía que no eran aptos para el hábitat humano.
Nuestros pioneros nos enseñaron que a partir de la necesidad y la solidaridad todo es posible. Está en nosotros seguir sus pasos y tomar su ejemplo, para poder enfrentar nuevos desafíos que nos presenta la vida.
Hoy, algunos de esos desafíos están expresados en la depredación de la fauna marina y la conservación de los humedales que son el reaseguro del agua potable.
Si ellos, “contra viento y marea” donde “ni sombra teníamos”* pudieron construir esta realidad que hoy disfrutamos, ¿Cómo no vamos a poder nosotros, con los avances de la tecnología, enfrentar y salir victoriosos de esos nuevos desafíos?
Solo necesitamos dos armas bien dispuestas: El escudo de la solidaridad y la espada del bien común.
Si somos capaces de esto, seguramente en un futuro no muy lejano, en los crepúsculos primaverales de octubre y noviembre, volveremos a sentir el ronquido de la corvina negra entrando a nuestras rías, como preámbulo del bullicio que realizarán muchos humanos para disfrutar de nuestras playas; y esto, se traducirá en una mejor calidad de vida para todos, porque… vivimos del turismo.
* Frase de Don Poldo Pilaría, vecino fundador de San Clemente del Tuyú, declarado Patrimonio Viviente del Partido de La Costa, expresada en el acto de inauguración de la Plaza de Los Pionero
Fuente -faro de san clemente
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